De profesión: sanitari@
Tras los aplausos al personal sanitario que realizamos todos a las 20 horas cada tarde, me he acordado de hace unos años cuando había carteles pegados en las consultas de los centros de salud primaria o en los hospitales, y aún siguen, recordando que, si se agredía o se amenazaba, tanto física como verbalmente a los profesionales, se podía incurrir en delito.
Es cuanto menos curioso el comportamiento humano, antiguamente el médico era la persona más importante de un pueblo junto al maestro y a día de hoy, existen estas conductas que, a veces, cuestan entender.
Se están sucediendo actuaciones que vuelven a poner de manifiesto la desavenencia hacia este colectivo debido a que, al estar en primera línea de combate frente al COVID-19, son de los primeros a los que este virus busca para hospedarse. Este colectivo, junto al de los sectores de alimentación, vuelven después de un día arduo de trabajo y… se encuentran carteles en el buzón, en el ascensor o, en el peor de los casos, con sus coches pintados con frases ofensivas y las ruedas de los coches rajadas. Estos carteles que pegan sus vecinos les invitan a irse a vivir, durante este período de confinamiento, fuera de su residencia habitual por miedo al contagio.
Nos podemos imaginar entonces a cualquiera de estos vecinos que deban ir al hospital o centro de salud y se encuentren con estos sanitarios a los que, hace dos días, les habían colocado los carteles en su puerta. La situación cuanto menos es paradójica. Sin embargo, al ser estos carteles anónimos, los profesionales quizás nunca sepan que a quien están ayudando, es a quien debieran pedirle la factura por tener que cambiar las ruedas del coche.
El comportamiento humano es así, imprevisible y eso nos recuerda a una cita que se le atribuye a Haruki Murakami:
“Hacia donde debería mirar es hacia dentro de mí”.