Al terminar el caso…

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Esta semana pasada hemos visto el horrible desenlace de la intriga de la desaparición del pequeño Gabriel en Almería.

Son muchos los temas psicológicos de los que podíamos hablar después de lo intensos de las últimas semanas. Sobre la personalidad de la homicida o sobre el acto impulsivo y si después fue procesado o no.  Sobre la fortaleza y el estoicismo de los padres al mantenerse enteros delante de la sospechosa con la esperanza de poder recuperar con vida al pequeño. Sobre los efectos de esta pérdida en los padres. Sobre la reacción de la población y el odio aparecido. Sobre la envidiable y saludable muestra de amor de esos padres, también víctimas, después de todo lo ocurrido para evitar crear y generar más odio en la sociedad.

Pero hoy queremos centrarnos en una pequeño gesto que se comentó en los medios de comunicación y que refleja un sufrimiento secundario que pocas veces se tiene en cuenta. El abrazo y las lágrimas de los guardias civiles al encontrar el cuerpo sin vida del pequeño Gabriel.

Las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado raramente reciben una preparación para enfrentarse a la parte más dura del desempeño de sus puestos de trabajo. Es por esto que sufren las consecuencias del estrés laboral de forma muy acusada y más cuando el desenlace del caso es tan desesperanzador como el acaecido. El policial es uno de los sectores profesionales con las tasas de suicidio más altas en todo el mundo.

Es necesario el trabajo y la formación con estos colectivos de ayuda. No sólo el policial, sino aquellas profesiones de ayuda que perciben en primera persona el horror de enfrentarse a situaciones de emergencia. Situaciones donde su responsabilidad, para con las vidas o el bienestar de la población, es tan alta y tan exigente.

Desde aquí nuestro pésame a la familia.

 

Irene López Romero

CV11092

 

 

 

 

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