La ciudad de los pederastas
«Miracle Village» es un pueblo situado en el estado de Florida (EE.UU.) donde viven exclusivamente 155 pederastas y delincuentes sexuales que han salido de prisión tras cumplir largas condenas por abusos sexuales a menores. Entre todos ellos solo hay una mujer, que abusó de sus hijos. El pastor Dick Withrow decide crear dicha comunidad en 2009 para dar mejor calidad de vida a estos delincuentes, tras la puesta en marcha de la ley «Jimmy Rice» en honor a un niño de 9 años que fue violado y asesinado. Dicha ley establece que todos los condenados por abusos sexuales a menores entrarán en una base de datos estatal de la que pasarán a formar parte mientras vivan. Según el pastor, esto les impediría llevar una vida más o menos normal a la salida de la cárcel, ya que no podrán acercarse a menos de 750 metros de lugares frecuentados por niños (colegios, parques, piscinas infantiles…).
Esta localidad está aislada y sólo tiene una entrada. El pastor que dirige la comunidad trabaja con el Departamento de Prisiones para decidir qué condenados pueden ir a Miracle Village. No son aceptados ni los enfermos mentales ni aquéllos que tienen problemas de adicción o problemas médicos que necesiten cierto control. Una vez puestos en libertad, los presos son trasladados al pueblo por un coche patrulla y son supervisados cada dos semanas.
Es muy difícil acceder a este pueblo, ya que los habitantes no reciben bien a las visitas y mucho menos a los periodistas. Según éstos se sienten como «los leprosos del siglo XXI». La fotógrafa Sofía Valiente consiguió convivir con ellos, retratar su nueva forma de vida e incluso recabar diferentes testimonios. Algunos se arrepienten y aseguran que cometieron un error, sin embargo, hay otros defienden que no han hecho nada malo.
A raíz del conocimiento de esta medida surge el debate de si este modelo se podría importar a nuestro país y si realmente sería efectivo. En España las condenas por pederastia son mucho menos duras que en otros países. La pena máxima son 20 años que, normalmente, se van reduciendo. Una vez cumplida la condena, el agresor sexual simplemente puede quedar bajo lo que se denomina «libertad vigilada». Para los ciudadanos son totalmente anónimos, no sabemos si la persona que está al lado de nuestro hijos es un pederasta.
Por supuesto, hay delincuentes sexuales puntuales, es decir, que agreden una vez y luego se reinsertan y no vuelven a delinquir pero ¿qué pasa con los reincidentes, con los que no creen que abusar de un menor sea delito?
En nuestro país puntualmente los medios de comunicación publican alguna noticia relacionada con temas de pederastia. La realidad es que es un delito muy común que los profesionales vemos casi a diario. Padres, profesores, abuelos, tíos, nuevas parejas de los padres o madres, el vecino o simplemente un desconocido pueden ser agresores sexuales.
Quizá deberíamos plantearnos la forma en que nuestra sociedad afronta esta problemática y trabajar desde la prevención, tanto desde casa con nuestros hijos como en la escuela, para que no se convierta en un tema tabú. Se trata de evitar que los menores que son víctimas de un abuso sexual se avergüencen y se sientan culpables.
Seguramente esta medida suscite muchos debates, opiniones encontradas sobre su efectividad, los derechos humanos, la reinserción de los presos…