Los menores en la separación / divorcio

 En Menores, Psicología jurídica

Los niños, esos grandes olvidados en el proceso de separación y/o divorcio.

“Yo quiero lo mejor para mi hij@”.

Es la frase que más se repite en los peritajes de familia, muchas veces vacía y sin sentido, cuando empiezas a hablar con el progenitor que la ha pronunciado.Ya que a medida que va avanzando la exploración, nos damos cuenta que poco tienen que ver con los intereses del menor o los menores. Los adultos pueden adoptar una actitud negativa intentando “fastidiar» y molestar al otro progenitor, sin darse cuenta de que están involucrando a sus queridos hijos en el conflicto, utilizándolos como moneda de cambio o como su paño de lágrimas, asignándoles un rol que no les toca desarrollar a los pequeños.“Mi ex es muy buen padre, pero hasta que no pague la pensión…”

Las parejas se eligen, los padres no.

No somos conscientes que los niños se quedan atrapados en una situación muy desagradable para ellos, creándoles gran malestar, elevados niveles de ansiedad y una profunda tristeza. Se trata de una disputa que se les escapa de su comprensión, pues su padre es su padre y le quieren por ello y su madre es su madre y la quieren por ello. ¿Por qué tener que elegir? ¿Por qué no poder querer a los dos? Hacerles partícipes de la tensión entre la pareja no les beneficia en nada. En ocasiones les lleva a comportarse de manera agresiva con los demás, realizar conductas regresivas (comportamientos típicos de niños más pequeños), presentan problemas específicos (con la comida, en el colegio, entre otros) sólo como llamada de atención y hacer saber a sus padres que él sigue estando aquí y que se están olvidando de él.

“Mi hij@ es muy madur@ para su edad”. “Es mi pilar, lo necesito”.

Centrados en su litigio los padres olvidan que un niño es un niño, les utilizan de mediadores o de canal de comunicación entre ellos para hacerse reproches, hablar de temas económicos, entre otros. El menor no está preparado para ser el terapeuta de su padre o de su madre, su labor consolar y cuidar al progenitor herido sino jugar, estudiar, aprender y ser cuidado y no cuidador. Por lo que hay que evitar hablar de ciertos temas con los hijos o en su presencia, lo único que conseguiremos es perjudicarle.

Criando pequeños tiranos.

Al crecer en un ambiente hostil, lleno de rencor, odio y chantaje. Los pequeños acaban aprendiendo a hacer lo que ven, hacen uso de su inteligencia, estudiando los puntos fuertes y débiles de cada uno de sus progenitores, no es que lo hagan con mala intención, sino que tienen que desarrollar técnicas de supervivencia, mecanismos de defensa, para su propio beneficio y contrarrestar su malestar. Aprenden a valorar más lo material ya que muchas veces compran el cariño de sus hijos con cosas materiales o les ofrecen lo que el otro no puede para ganárselos y que estén de su lado. Aprenden a vivir sin las figuras paternas ya que cuando las necesitan, éstas, están a otra cosa.

“No puedo decir que quiero a papá porque mamá se pone triste”. “Si digo que el novio de mamá me cae bien, papá se enfada, aunque yo sé que está triste”.

Son algunas de las frases que escuchamos en este tipo de procedimientos, lo que nos pone la piel de gallina, ver el sufrimiento real de estos niños que no pueden entender como las personas que más quieren en este mundo, se odian tanto.

Que un niño quiera a su padre no significa que no quiera a su madre y viceversa, al igual que si acepta a la pareja de uno de sus progenitores no está faltando a la lealtad que le tiene a su padre o a su madre, ni que les deje de querer.

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